El vestuario femenino de 1900 mostraba la transición de la opulencia de la época victoriana a las líneas más sencillas del periodo eduardiano. La silueta se caracterizaba por el corsé en forma de «S», que empujaba el pecho hacia delante y las caderas hacia atrás, creando una figura en forma de S.
Las blusas y las faldas eran la prenda de día, a menudo con mangas abullonadas y detalles de encaje. El peinado Gibson Girl, recogido en lo alto de la cabeza, se convirtió en el epítome de la feminidad. En cuanto a la ropa de abrigo, eran populares las faldas largas y vaporosas que se estrechaban en la cintura, junto con los cuellos altos y los sombreros de ala ancha adornados con plumas o flores.
Este periodo marcó un cambio hacia prendas más prácticas, con una ligera relajación en las rígidas estructuras de las modas anteriores, reflejando el cambio de actitud hacia el papel de la mujer en la sociedad.
En 1900, el vestuario masculino se caracterizaba por un atuendo formal y estructurado. El atuendo típico incluía un traje de saco para el uso diario, consistente en una chaqueta de un solo pecho, chaleco y pantalones de tela a juego, a menudo en colores oscuros. Las ocasiones formales requerían un chaqué con cuello alto y rígido, chaleco y corbata.
Los pantalones eran rectos y con puños en los bajos. Para la cabeza, el bombín era popular para el día, mientras que el sombrero de copa se reservaba para eventos más formales. El aspecto general era de una elegancia discreta, con énfasis en la sastrería y el ajuste, reflejando la sensibilidad conservadora de la moda de principios del siglo XX.
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